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En el cataclismo de una emergencia natural, cuando los elementos desatan su furia, se revela algo más que el poder devastador de la naturaleza. En esos momentos, nuestra civilización queda despojada de sus comodidades, exponiendo con crudeza las fisuras de nuestra humanidad. Entre los más afectados están las personas con discapacidad, quienes enfrentan una vulnerabilidad extrema ante la falta de protocolos inclusivos.

Emergencias Naturales: Espejos de desigualdad social

¿Quién se acuerda, en medio del caos, de la persona que depende de una silla de ruedas cuando los refugios carecen de accesos adecuados? ¿Quién piensa en aquellas viviendas donde los ascensores quedan inutilizados, atrapando a personas con movilidad reducida en pisos superiores? ¿Quién considera las calles inundadas y llenas de escombros que se convierten en barreras insalvables para quienes dependen de dispositivos de movilidad? Estas situaciones, a menudo ignoradas, reflejan un olvido sistemático que amplifica la vulnerabilidad de las personas con discapacidad en los momentos en que más necesitan apoyo y accesibilidad.

¿Quién piensa en la angustia de una persona con discapacidad sensorial que no puede escuchar una alerta de evacuación o ver las señales que indican el peligro inminente? ¿Quién considera que las instrucciones de emergencia, muchas veces exclusivamente visuales o auditivas, dejan fuera a quienes dependen de formatos accesibles como el braille, los sistemas táctiles o los intérpretes de lengua de signos? ¿Quién se preocupa por los entornos oscuros o caóticos, como calles sin iluminación adecuada o refugios mal señalizados, que agravan la confusión y el aislamiento de quienes tienen discapacidades visuales o auditivas? Estas omisiones son un eco de un sistema que no anticipa la diversidad, dejando a muchos en la sombra durante los momentos más críticos.

Es un silencio que resuena en los refugios inaccesibles, en las viviendas donde los ascensores dejan de funcionar, en las calles colapsadas por los escombros, y en las alertas que nunca llegan a ser entendidas por quienes no ven, no oyen o necesitan un sistema diferente de comunicación.

Es un silencio que perpetúa la exclusión, que amplifica el aislamiento y que refleja una sociedad que, en su urgencia por responder, olvida a quienes más necesitan ser escuchados.

El resultado es un silencio devastador que perpetúa la exclusión, reflejando un sistema que no anticipa la diversidad.

La Multidimensionalidad de la Discapacidad en Emergencias

Hablar de discapacidad es adentrarse en un mosaico de realidades diversas, un caleidoscopio de experiencias únicas que desafían cualquier solución genérica; donde cada tipo de discapacidad —física, sensorial, cognitiva, intelectual o relacionada con la salud mental— enfrenta sus propias barreras en situaciones de emergencia.

No basta con soluciones amplias; se requieren estrategias quirúrgicamente diseñadas que respeten y respondan a la especificidad de cada colectivo.

1. La Discapacidad Física: Cuando la movilidad se vuelve imposible

Una persona con movilidad reducida no puede escapar si no hay transporte adaptado o si las carreteras están destruidas. Sus herramientas de autonomía, como sillas de ruedas, andadores o grúas, se convierten en lastres si los refugios no están equipados para recibirlas. Las rampas no son un lujo; son puentes hacia la supervivencia.

2. La discapacidad sensorial: en el silencio y la oscuridad del olvido

Para quienes dependen del sonido o la vista para recibir información, una alerta no accesible es una condena. Los mensajes en lengua de signos, los sistemas de audiodescripción y los textos en lectura fácil no son meros añadidos; son líneas de vida que marcan la diferencia entre la información y el aislamiento, entre la acción y la parálisis.

3. La discapacidad ognitiva e Intelectual: Cuando la Complejidad Paraliza

Las emergencias son un caos que exige claridad. Una persona con discapacidad intelectual puede quedar atrapada en un torbellino de instrucciones confusas y entornos sobre estimulantes. Las palabras simples y las instrucciones visuales no son concesiones; son herramientas de inclusión.

4. Salud Mental: La Tormenta Interior en Medio del Desastre

Para quienes luchan con trastornos de salud mental, una emergencia natural puede ser el detonante de una crisis aún más devastadora. Espacios seguros, apoyo psicológico inmediato y un enfoque empático no son detalles secundarios; son salvavidas esenciales.

Los protocolos inclusivos: Una revolución necesaria

En un mundo cada vez más consciente de la diversidad humana, la idea de un protocolo universal para emergencias ha quedado obsoleta. Diseñar respuestas genéricas que excluyen a millones ya no es aceptable. Los nuevos tiempos exigen protocolos específicos que garanticen que nadie quede atrás durante una crisis.

Puntos de evacuación accesibles y refugios inclusivos.

  • Vías de escape adaptadas para personas con movilidad reducida.
  • Centros temporales de salud y distribución de alimentos diseñados para atender a personas con discapacidades físicas, sensoriales, cognitivas o de salud mental.

Además, es esencial integrar herramientas de comunicación accesible como:

  • Mensajes en lectura fácil.
  • Avisos en lengua de signos.
  • Sistemas de audiodescripción.

También se deben crear materiales calmantes y zonas de tranquilidad para aquellos con discapacidades cognitivas o condiciones de salud mental. Espacios como estaciones de transporte o albergues temporales necesitan personal capacitado para asistir y apoyar de manera efectiva.

Adaptación de Infraestructuras Urbanas

Es fundamental que las ciudades también se preparen. Algunas medidas clave incluyen:

  • Garantizar que los ascensores en edificios altos sigan operativos.
  • Mantener vías despejadas y accesibles para todos.
  • Restablecer rápidamente servicios básicos como agua potable y energía con soluciones accesibles.

Los protocolos inclusivos no deben ser estáticos. Es imprescindible evaluarlos y actualizarlos constantemente, mediante simulacros inclusivos y la participación activa de personas con discapacidad, quienes pueden ofrecer perspectivas únicas sobre las barreras que enfrentan.

Antes de la Emergencia: Prevención y Preparación

1. Mapeo de Vulnerabilidades
Identificar a las personas con discapacidad y sus necesidades específicas es fundamental para diseñar respuestas efectivas y garantizar su protección.

2. Simulacros Inclusivos
Incluir a personas con discapacidad en simulaciones permite probar la eficacia de los protocolos, sensibilizar a las comunidades y preparar a todos para actuar de forma inclusiva.

3. Educación Universal
Formar a los cuerpos de emergencia y a la ciudadanía en cómo apoyar a personas con discapacidad en momentos críticos es clave para salvar vidas y fortalecer la cohesión social.

Durante la Emergencia: Respuesta Inmediata

1. Centros de Coordinación Inclusivos
Equipos especializados deben liderar las operaciones de rescate, asegurando una respuesta respetuosa y efectiva.

2. Espacios Accesibles
Desde refugios hasta hospitales de campaña, todos los espacios deben ser accesibles mediante rampas, señalización clara y materiales en formatos múltiples.

3. Transporte Dedicado
Vehículos adaptados deben estar disponibles para evacuar rápidamente a quienes no pueden usar medios de transporte convencionales.

Después de la Emergencia: Recuperación y Reconstrucción

1. Reconstrucción con Diseño Universal
La reconstrucción debe ser una oportunidad para construir infraestructuras accesibles para todos, aplicando principios de diseño universal.

2. Apoyo Psicológico Prolongado
Programas de salud mental inclusivos deben ofrecer terapias adaptadas y recursos accesibles para quienes enfrentan mayores niveles de estrés y aislamiento.

3. Involucramiento Participativo
Las personas con discapacidad deben participar activamente en la evaluación y rediseño de protocolos, asegurando que las futuras respuestas sean inclusivas y efectivas.

Conclusión: Un Compromiso con la justicia y la inclusión

Las emergencias naturales no discriminan, pero nuestras respuestas sí lo hacen si no incluyen a todos. Los protocolos inclusivos no son un lujo, sino una obligación ética y social que fortalece el tejido comunitario.

En la próxima catástrofe, que nuestras acciones reflejen una humanidad inclusiva y preparada. Porque la resiliencia no puede ser real si excluye a alguien, y porque la grandeza de una sociedad se mide por su capacidad de proteger a los más vulnerables.

Valencia, 16 de noviembre de 2024
Luis Vañó (Presidente CERMI CV)